El Canal de Panamá y la Nueva Ruta del Poder Global

El canal de Panamá es un eje central en la estrategia de EE. UU. para mantener el control territorial en Latinoamérica. Su afán por recuperarlo, incluso a través de la fuerza, refleja la crisis de su sistema económico frente a un competidor como China, que le está ganando la partida en sus propios términos. Claro, hay que entender que la doctrina neoliberal sostiene que la riqueza la generan los empresarios que “asumen riesgos”, minimizando el papel del obrero. Ellos dicen a viva voz que los trabajadores, el “capital humano”, son un mero recurso en la cadena de producción y que las fábricas y el trabajo esclavo pueden ubicarse en regiones con menor regulación y mayor flexibilidad laboral y ambiental, reduciendo los costos. Aun así, con todas estas estrategias de deslocalización industrial (“offshoring”, como lo llaman), su doctrina sostiene que el capital retornaría a quienes concibieron estas empresas, incrementando su crecimiento económico hasta el infinito, para al final darse palmadas en las espaldas los unos a los otros y ser glorificados como visionarios y emprendedores de grandes ideas y “trabajo arduo”. “Iluminados del país de las oportunidades”, la meritocracia, el sueño americano y toda esa narrativa ideológica (o masturbación mental) con la que intentan controlar a la gente.

El Fracaso de una Ideología

En el mundo de la publicidad y esos idílicos palacios de Wall Street, con los que sueñan los derechistas pobres, hay una frase que reza: “No hay nada más peligroso que comerte tu propia publicidad”. Y si hay una cosa que me encanta de este momento (y hay pocas cosas que me encanten de estos momentos) es que ellos, en sus rincones, alejados de oídos de los fachos pobres, susurran el error de haber creído que los obreros no son los que hacen el capital y el error de subestimar a países como China e India, en cuyos territorios las grandes empresas del mundo occidental sembraron sus industrias esperando todo el retorno financiero a cambio de los bajos costos productivos. No esperaba Tío Caimán y sus tiburones que el dinero se les desvaneciera en las manos y que esos países se quedaran con la infraestructura y la mano de obra tecnificada, resultando en un aceleradísimo crecimiento económico. En últimas, Marx tenía razón y es en el trabajo y en la industria tangible donde se sostiene la ganancia y con esta, la generación del capital.

Ahora EE. UU. adopta con recelo una política económica altamente proteccionista y observa con justificada envidia a China. Seguramente, le resulta difícil aceptar que aquellos chinos comunistas, que ayer tenían un país subdesarrollado, hoy pueden hacer que toda la burbuja financiera de EE. UU., basada en bitcoins y en chips de NVIDIA, colapse con el anuncio de una nueva IA que no requiere tanta parafernalia para funcionar. Esos chinos que hace unas décadas eran un país rural y empobrecido con una nube de contaminación perpetua en sus ciudades, ahora tienen en funcionamiento un motor de fusión nuclear (poco más de 1000 segundos por ahora) y llevan la carrera de la energía limpia mucho más avanzada que cualquier país del mundo. Esa China donde Apple, Microsoft y todas esas empresas y capital financiero pusieron sus maquilas a producir con mano de obra esclava y que ahora son el país con mejor Paridad de Poder Adquisitivo y la economía más grande en términos de capacidad real de compra, además de ser el mayor exportador del mundo y un actor clave en la manufactura global, las cadenas de suministro y la inversión en tecnología. Esos chinos que estaban aislados del mundo y que ahora son el segundo país con más flujo de carga a través del canal de Panamá después de EE. UU. Esos chinos que, con tratados de libre comercio, buscan consolidar su presencia en la región, pero que en nombre del “libre comercio” Trump no permitirá que tengan ese libre comercio. (Disculpen, camaradas, la tautología es de ellos).

La Ruta de la Seda: Historia y Contexto

La Ruta de la Seda fue una ruta terrestre que existió desde hace quizá más de dos mil quinientos años. La dinastía Han en el siglo II a. e., comenzó con la titánica labor de conectar comercialmente Asia con Europa. Ya en el siglo I a. e., Estrabón en su obra Geografía reconocía la ruta, que por esos tiempos era la más usada para el comercio intercontinental. Por supuesto que en ese entonces no se llamaba Ruta de la Seda, pero se transportaba mucho de este tejido, ya que era enormemente valorado por la fineza de sus hilos. Junto a la seda, se transportaban además productos y saberes que posteriormente moldearían gran parte de nuestra forma de vida actual. El papel, la pólvora, la brújula, conocimientos económicos, matemáticos, arquitectónicos, la crianza de caballos y un largo etcétera. Cosas que, por diminutas que parezcan, han sido efectos mariposa de los eventos humanos a nivel global.

La Ruta de la Seda terminó en 1453, coincidiendo, no tan casualmente, con la caída de Constantinopla (punto crucial para la ruta), con la expulsión de los musulmanes de la península ibérica y con la llegada, unos pocos años después, de los españoles a la isla de Guanahaní en las Bahamas. Todos hechos relacionados con la creciente conquista de los mares. Los navegantes y los hacedores de barcos llegaron a tener tal maestría en la ingeniería naval que ya les era posible conquistar rutas hasta ese momento inalcanzables. La combinación de la carabela y la nao permitió viajes más largos, con mayor capacidad de carga y mejor navegación contra el viento gracias a velas latinas y cuadradas.  La ruta terrestre perdió su impacto, eclipsada por la floreciente industria naval que cada vez era más importante para la expansión de los países europeos, como en el caso de Portugal sobre los territorios africanos; expansión que a la postre impulsaría a una búsqueda de nuevas rutas comerciales con Asia (y todos sabemos en que acabó eso). 

El Conflicto Comercial y el Canal de Panamá

¿Por qué esta lección de historia que todos conocemos de la escuela? Bien, camaradas, esto nos da la perspectiva siguiente: Desde 1492 hasta el día de hoy, no ha pasado mucho tiempo, poco más de quinientos años comparado con los aproximadamente mil quinientos años que supuso el apogeo de las vías terrestres como principal ruta comercial. Otro dato: los puertos chinos movieron en el año 2021, 15.500 millones de toneladas, y hasta 2024 experimentaron un notable incremento en el manejo de carga. Durante el primer trimestre del pasado año, movilizaron 76,73 millones de TEUs (unidades equivalentes a veinte pies), lo que representa un aumento interanual del 10%. No obstante, para exportar esta mastodóntica cantidad de producción al mundo, China debe navegar las aguas de su principal oponente comercial, y eso Trump lo sabe muy bien. Por esa razón, China está buscando expandir su actual Ruta de la Seda, conocida como la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés, Belt and Road Initiative), hacia América Latina y el Caribe. Esto incluye el corredor marítimo del Pacífico, diseñado para conectar la costa occidental de la nuestra región con ese país, por ejemplo, con construcciones como el megapuerto de Chancay en Perú, inaugurado recientemente por el presidente chino, Xi Jinping, y la presidenta peruana, Dina Boluarte; así como la ruta del Paso del Ártico, con un enfoque estratégico en América Latina a través del Caribe. 

Con esto en mente, debemos tener claro en el planteo de nuestra estrategia de resistencia, que muchos de los conflictos actuales en el mundo no solo se libran por el control territorial, sino también por el dominio de las rutas de comercio marítimo. Esta disputa ha cobrado aún más relevancia en los últimos años, a medida que EE.UU., como imperio, decae frente a la creciente capacidad comercial de China.

Otro día valoraremos las ventajas y desventajas que para América Latina implica (porque ya está aquí) el comercio con los chinos. Lo importante para nosotros en este momento es tener en la cabeza el movimiento del enemigo. Sabemos que vienen por el canal y que no van a medir recursos para tomarlo, debido a su enorme importancia en esta disputa global. Y en esta oleada de desinformación y golpes de poder sobre la mesa, este objetivo puede perderse entre muchas discusiones bizantinas y cortinas de humo. Preparémonos pues para ser más que una molestia en el canal de Panamá. Defendámoslo. ¿Cómo estamos de maniobras navales?

Por: Fidel Espinoza.

“Puso el caimán su bandera

y la mía me la quitó

yo le dije: «tío caimán,

eso no lo aguanto yo»…”